La huella digital de nuestros datos

Data de la notícia: 13-11-2018

Las revelaciones sobre las brechas de seguridad y privacidad que se han venido produciendo últimamente en grandes compañías que todos usamos prácticamente a diario, como Google o Facebook (una vez más), son desafortunadamente cada vez más frecuentes. Si algo positivo podemos sacar de todo esto es que los usuarios están empezando a darse cuenta de la importancia que tiene el gestionar adecuadamente nuestros datos y nuestra privacidad. Sin embargo ¿hasta qué punto somos realmente conscientes del tamaño y el impacto de la huella digital que vamos dejando con nuestros datos?

Cada día se produce en el mundo una cantidad ingente de información y esa cantidad sigue creciendo cada segundo. La gran mayoría de esa información la generamos nosotros directamente, ya sea a través de nuestras interacciones online o a través de nuestros también cada vez más numerosos objetos conectados —y es en esta última parte donde quizás no seamos todavía muy conscientes del alcance de la huella digital que van dejando nuestros datos.

Gracias al Internet de las Cosas las barreras entre lo digital y lo real se diluyen. El abaratamiento del hardware y una conectividad cada vez más ubicua está dando lugar a que prácticamente cualquier cosa de las que nos rodean acabará siendo inteligente, si no lo es todavía. Este nuevo escenario aporta grandes ventajas, como la automatización de tareas en distintos sectores, lo que contribuye a una mayor eficiencia, pero también hace posibles nuevas brechas de seguridad. Nuestros datos se pueden ver cada vez más expuestos públicamente de formas que a veces ni nos imaginamos. Quizás este sea el verdadero motivo por el que cada vez más empresas digitales estén entrando directamente también en nuestros hogares y abriendo nuevas ventanas de lo físico a lo digital con las que poder seguir enriqueciendo sus bases de datos.

Por ejemplo, gracias al análisis milimétrico de los patrones de consumo de energía eléctrica característicos de cada uno de los aparatos que tenemos en casa, tenemos hoy en día múltiples servicios disponibles que nos permiten obtener un mayor control de nuestros hábitos de consumo eléctrico, así como servicios personalizados que se adapten mejor a nuestras necesidades. Sin embargo, tanto el proveedor que seleccionemos para estos nuevos servicios como nuestra propia compañía eléctrica podrán también acceder a esos datos y obtener un patrón completo de nuestro comportamiento a lo largo del día, pudiendo además sacar beneficio de ello. Esos mismos principios de análisis de patrones se podrían aplicar también a las señales de los routers wifi que todos tenemos en nuestros hogares. De esta forma se puede llegar a obtener información detallada sobre las aplicaciones que utilizamos a lo largo del día, así como otra información privada, mediante el simple análisis de los patrones característicos del tráfico de datos —independientemente de si se encuentran encriptados o no.

Actualmente, podemos decir que las máquinas nos conocen ya mejor de lo que nosotros mismos nos conocemos, ahora son nuestros hogares los que nos monitorizan a nosotros y nuestros móviles se han convertido en dispositivos de control y vigilancia. Además, toda esta información se está utilizando muchas veces cuando menos te lo esperas, con fines muy distintos a los inicialmente concebidos y que nunca hemos autorizado (o que simplemente desconocemos). Es en este punto cuando nuestra propia huella digital se podría volver contra nosotros mismos y acabar viéndonos sometidos a una nueva dictadura del comportamiento en la que se mide y evalúa todo lo que hacemos hoy de forma que incluso llegue a condicionar lo que podremos hacer mañana.

Quizás debamos empezar a plantearnos si la privacidad, tal y como la habíamos conocido hasta ahora sigue siendo posible, o incluso si puede haber llegado el momento de repensar y redefinir nuestro concepto de la privacidad. Por ahora es el propio inventor de la web el que ha dado un paso al frente proponiendo un modelo alternativo de plataforma en la que seamos nosotros los que mantengamos el control sobre nuestros datos. Este nuevo modelo de control lógico de los datos se puede complementar además con otras propuestas que nos permitirían retomar también el control físico de nuestros datos a través de nubes de datos personalizadas.

Parece ser entonces que todavía hay lugar para la esperanza. La batalla por el control de los datos está tan sólo comenzando y no estamos solos. El debate sobre la propiedad de los datos está ya en la calle y lo que necesitamos ahora es definir claramente el uso ético del ciclo de vida de los datos. Al final todos queremos beneficiarnos de las ventajas de poder reutilizar nuestra huella de datos, pero al menos tenemos que tener muy claro también cuál será el verdadero coste.


Contenido elaborado por Carlos Iglesias, Open data Researcher y consultor, World Wide Web Foundation.

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