En todo entorno de gestión de datos (empresas, Administración pública, consorcios, proyectos de investigación), disponer de datos no basta: si no sabes qué datos tienes, dónde están, qué significan, quién los mantiene, con qué calidad, cuándo cambiaron o cómo se relacionan con otros datos, entonces el valor es muy limitado. Los metadatos —datos sobre los datos— son esenciales para:
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Visibilidad y acceso: permitir que usuarios encuentren qué datos existen y puedan acceder.
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Contextualización: saber qué significan los datos (definiciones, unidades, semántica).
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Trazabilidad / linaje: entender de dónde vienen los datos y cómo han sido transformados.
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Gobierno y control: conocer quién es responsable, qué políticas aplican, permisos, versiones, obsolescencia.
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Calidad, integridad y consistencia: asegurar la fiabilidad de los datos mediante reglas, métricas y monitoreo.
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Interoperabilidad: garantizar que diferentes sistemas o dominios puedan compartir datos, utilizando un vocabulario común, definiciones compartidas y relaciones explícitas.
En resumen, los metadatos son la palanca que convierte los datos “aislados” en un ecosistema de información gobernada. A medida que los datos crecen en volumen, diversidad y velocidad, su función va más allá de la simple descripción: los metadatos añaden contexto, permiten interpretar los datos y facilitan que puedan ser encontrados, accesibles, interoperables y reutilizables (FAIR).
En el nuevo contexto impulsado por la inteligencia artificial, esta capa de metadatos adquiere una relevancia aún mayor, ya que proporciona la información de procedencia (provenance) necesaria para garantizar la trazabilidad, la fiabilidad y la reproducibilidad de los resultados. Por ello, algunos marcos recientes amplían estos principios hacia FAIR-R, donde la “R” adicional resalta la importancia de que los datos estén listos para la IA (AI-ready), es decir, que cumplen una serie de requisitos técnicos, estructurales y de calidad que optimizan su aprovechamiento por parte de los algoritmos de inteligencia artificial.
Así, hablamos de metadatos enriquecidos, capaces de conectar información técnica, semántica y contextual para potenciar el aprendizaje automático, la interoperabilidad entre dominios y la generación de conocimiento verificable.
De los metadatos tradicionales a los “metadatos enriquecidos”
Metadatos tradicionales
En el contexto de este artículo, cuando hablamos de metadatos con un uso tradicional, pensamos en catálogos, diccionarios, glosarios, modelos de datos de base de datos, y estructuras rígidas (tablas y columnas). Los tipos de metadatos más comunes son:
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Metadatos técnicos: tipo de columna, longitud, formato, claves foráneas, índices, ubicaciones físicas.
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Metadatos de negocio / semánticos: nombre de campo, descripción, dominio de valores, reglas de negocio, términos del glosario empresarial.
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Metadatos operativos / de ejecución: frecuencia de actualización, última carga, tiempos de procesamiento, estadísticas de uso.
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Metadatos de calidad: porcentaje de valores nulos, duplicados, validaciones.
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Metadatos de seguridad / acceso: políticas de acceso, permisos, clasificación de sensibilidad.
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Metadatos de linaje: rastreo de transformación en los pipelines de datos.
Estos metadatos se almacenan usualmente en repositorios o herramientas de catalogación, muchas veces con estructuras tabulares o en bases relacionales, con vínculos predefinidos.
¿Por qué metadatos enriquecidos?
Los metadatos enriquecidos son aquella capa que no solo describe atributos, sino que:
- Descubren e infieren relaciones implícitas, identificando vínculos que no están expresamente definidos en los esquemas de datos. Esto permite, por ejemplo, reconocer que dos variables con nombres diferentes en sistemas distintos representan en realidad el mismo concepto (“altitud” y “elevación”), o que ciertos atributos mantienen una relación jerárquica (“municipio” pertenece a “provincia”).
- Facilitan consultas semánticas y razonamiento automatizado, permitiendo que los usuarios y las máquinas exploren relaciones y patrones que no están explícitamente definidos en las bases de datos. En lugar de limitarse a buscar coincidencias exactas de nombres o estructuras, los metadatos enriquecidos permiten formular preguntas basadas en significado y contexto. Por ejemplo, identificar automáticamente todos los conjuntos de datos relacionados con “ciudades costeras” aunque el término no aparezca literalmente en los metadatos.
- Se adaptan y evolucionan de manera flexible, ya que pueden ampliarse con nuevos tipos de entidades, relaciones o dominios sin necesidad de rediseñar toda la estructura del catálogo. Esto permite incorporar fácilmente nuevas fuentes de datos, modelos o estándares, garantizando la sostenibilidad del sistema a largo plazo.
- Incorporan automatización en tareas que antes eran manuales o repetitivas, como la detección de duplicidades, el emparejamiento automático de conceptos equivalentes o el enriquecimiento semántico mediante aprendizaje automático. También pueden identificar incoherencias o anomalías, mejorando la calidad y la coherencia de los metadatos.
- Integran de forma explícita el contexto de negocio, enlazando cada activo de datos con su significado operativo y su rol dentro de los procesos organizativos. Para ello utilizan vocabularios controlados, ontologías o taxonomías que facilitan un entendimiento común entre equipos técnicos, analistas y responsables de negocio.
- Favorecen una interoperabilidad más profunda entre dominios heterogéneos, que va más allá del intercambio sintáctico facilitado por los metadatos tradicionales. Los metadatos enriquecidos añaden una capa semántica que permite comprender y relacionar los datos en función de su significado, no solo de su formato. Así, datos procedentes de diferentes fuentes o sectores —por ejemplo, Sistemas de información Geográfica (GIS en inglés), Building Information Modeling (BIM) o Internet de las Cosas (IoT)— pueden vincularse de manera coherente dentro de un marco conceptual compartido. Esta interoperabilidad semántica es la que posibilita integrar conocimiento y reutilizar información entre contextos técnicos y organizativos diversos.
Esto convierte los metadatos en un activo vivo, enriquecido y conectado con el conocimiento del dominio, no solo un “registro” pasivo.

La evolución de los metadatos: ontologías y grafos de conocimiento
La incorporación de ontologías y grafos de conocimiento representa una evolución conceptual en la manera de describir, relacionar y aprovechar los metadatos, de ahí que hablemos de metadatos enriquecidos. Estas herramientas no solo documentan los datos, sino que los conectan dentro de una red de significado, permitiendo que las relaciones entre entidades, conceptos y contextos sean explícitas y computables.
En el contexto actual, marcado por el auge de la inteligencia artificial, esta estructura semántica adquiere un papel fundamental: proporciona a los algoritmos el conocimiento contextual necesario para interpretar, aprender y razonar sobre los datos de forma más precisa y transparente. Ontologías y grafos permiten que los sistemas de IA no solo procesen información, sino que entiendan las relaciones entre los elementos y puedan generar inferencias fundamentadas, abriendo el camino hacia modelos más explicativos y confiables.
Este cambio de paradigma transforma los metadatos en una estructura dinámica, capaz de reflejar la complejidad del conocimiento y de facilitar la interoperabilidad semántica entre distintos dominios y fuentes de información. Para comprender esta evolución conviene definir y relacionar algunos conceptos:
Ontologías
En el mundo de los datos, una ontología es un mapa conceptual muy organizado que define claramente:
- Qué entidades existen (ej. ciudad, río, carretera).
- Qué propiedades tienen (ej. una ciudad tiene nombre, población, código postal).
- Cómo se relacionan entre sí (ej. un río atraviesa una ciudad, una carretera conecta dos municipios).
El objetivo es que personas y máquinas compartan un mismo vocabulario y entiendan los datos de la misma manera. Las ontologías permiten:
- Definir conceptos y relaciones: por ejemplo, “una parcela pertenece a un municipio”, “un edificio tiene coordenadas geográficas”.
- Poner reglas y restricciones: como “cada edificio debe estar exactamente en una parcela catastral”.
- Unificar vocabularios: si en un sistema se dice “parcela” y en otro “unidad catastral”, la ontología ayuda a reconocer que son análogos.
- Hacer inferencias: a partir de datos simples, descubrir nuevo conocimiento (si un edificio está en una parcela y la parcela en Sevilla, se puede inferir que el edificio está en Sevilla).
- Establecer un lenguaje común: funcionan como un diccionario compartido entre distintos sistemas o dominios (GIS, BIM, IoT, catastro, urbanismo).
En resumen: una ontología es el diccionario y las reglas del juego que permiten que diferentes sistemas geoespaciales (mapas, catastro, sensores, BIM, etc.) se entiendan entre sí y puedan trabajar de manera integrada.
Grafos de conocimiento (Knowledge Graphs)
Un grafo de conocimiento es una forma de organizar información como si fuera una red de conceptos conectados entre sí.
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Los nodos representan cosas o entidades, como una ciudad, un río o un edificio.
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Las aristas (líneas) muestran las relaciones entre ellas, por ejemplo: “está en”, “atraviesa” o “pertenece a”.
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A diferencia de un simple dibujo de conexiones, un grafo de conocimiento también explica el significado de esas relaciones: añade semántica.
Un grafo de conocimiento combina tres elementos principales:
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Datos: los casos concretos o instancias, como “Sevilla”, “Río Guadalquivir” o “Edificio Ayuntamiento de Sevilla”.
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Semántica (u ontología): las reglas y vocabularios que definen qué tipos de cosas existen (ciudades, ríos, edificios) y cómo pueden relacionarse entre sí.
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Razonamiento: la capacidad de descubrir nuevas conexiones a partir de las existentes (por ejemplo, si un río atraviesa una ciudad y esa ciudad está en España, el sistema puede deducir que el río está en España).
Además, los grafos de conocimiento permiten conectar información de distintos ámbitos (por ejemplo, datos sobre personas, lugares y empresas) bajo un mismo lenguaje común, facilitando el análisis y la interoperabilidad entre disciplinas.
En otras palabras, un knowledge graph es el resultado de aplicar una ontología (el modelo de datos) a varios conjuntos de datos individuales (elementos espaciales, otros datos del territorio, registros de pacientes o productos de catálogo, etc.). Los grafos de conocimiento son ideales para integrar datos heterogéneos, porque no requieren un esquema rígido previamente completo: se pueden ir creciendo de forma flexible. Además, permiten consultas semánticas y navegación con relaciones complejas. A continuación, se pone un ejemplo para datos espaciales con los que entender las diferencias:
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Ontología de datos espaciales (modelo conceptual) |
Grafo de conocimiento (ejemplos concretos con instancias) |
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Casos de uso
Para entender mejor el valor de los metadatos inteligentes y los catálogos semánticos, nada mejor que mirar ejemplos donde ya se están aplicando. Estos casos muestran cómo la combinación de ontologías y grafos de conocimiento permite conectar información dispersa, mejorar la interoperabilidad y generar conocimiento accionable en distintos contextos.
Desde la gestión de emergencias hasta la planificación urbana o la protección del medio ambiente, diferentes proyectos internacionales han demostrado que la semántica no es solo teoría, sino una herramienta práctica que transforma datos en decisiones.
Algunos ejemplos relevantes incluyen:
- LinkedGeoData que convirtió datos de OpenStreetMap en Linked Data, enlazándolos con otras fuentes abiertas.
- Virtual Singapore un gemelo digital 3D que integra datos geoespaciales, urbanos y en tiempo real para simulación y planificación.
- JedAI-spatial una herramienta para interconectar datos espaciales en 3D mediante relaciones semánticas.
- SOSA Ontology, estándar ampliamente usado en proyectos de sensores e IoT para observaciones ambientales con componente geoespacial.
- Proyectos europeos de permisos digitales de construcción (ej. ACCORD), que combinan catálogos semánticos, modelos BIM y datos GIS para validar automáticamente normativas de construcción.
Conclusiones
La evolución hacia metadatos enriquecidos, apoyados en ontologías, grafos de conocimiento y principios FAIR-R, representa un cambio sustancial en la manera de gestionar, conectar y comprender los datos. Este nuevo enfoque convierte los metadatos en un componente activo de la infraestructura digital, capaz de aportar contexto, trazabilidad y significado, y no solo de describir información.
Los metadatos enriquecidos permiten aprender de los datos, mejorar la interoperabilidad semántica entre dominios y facilitar consultas más expresivas, donde las relaciones y dependencias pueden descubrirse de forma automatizada. De este modo, favorecen la integración de información dispersa y apoyan tanto la toma de decisiones informadas como el desarrollo de modelos de inteligencia artificial más explicativos y confiables.
En el ámbito de los datos abiertos, estos avances impulsan la transición desde repositorios descriptivos hacia ecosistemas de conocimiento interconectado, donde los datos pueden combinarse y reutilizarse de manera flexible y verificable. La incorporación de contexto semántico y procedencia (provenance) refuerza la transparencia, la calidad y la reutilización responsable.
Esta transformación requiere, sin embargo, un enfoque progresivo y bien gobernado: es fundamental planificar la migración de sistemas, garantizar la calidad semántica, y promover la participación de comunidades multidisciplinares.
En definitiva, los metadatos enriquecidos son la base para pasar de datos aislados a conocimiento conectado y trazable, elemento clave para la interoperabilidad, la sostenibilidad y la confianza en la economía de los datos.
Contenido elaborado por Mayte Toscano, Senior Consultant en Tecnologías ligadas a la economía del dato. Los contenidos y los puntos de vista reflejados en esta publicación son responsabilidad exclusiva de su autora